30/6/09


Felicidad abrmadora
¿en dónde estás?
Felicidad que me llena
¿por qué te vas?
No me dejes, te lo pido
no me dejes que no vivo
si te vas.
Felicidad belicosa
juegás a traición,
venis en cuotas
de la mano el dolor.
Felicidad que te has ido
¿por qué? necesito saber.
Felicidad de mentiras
no quiero tener.
Felicidad de a pedazos
te alejas de mi otra vez,
felicidad es un pacto
en el que hay que ceder.
Felicidad no me olvides
y si decides volver,
soltale la mano al dolor
para al fin sentirme bien.



16/6/09

(sin título)


Me imagino acá, en este mismo lugar en donde me encuentro ahora.
Acá con el sol en la cara, el río y la isla. Un espectáculo maravilloso de árboles y pastizales.
El sol, me imagino, calentaría mi cuerpo mientras este inmóvil observa a las transeúntes pasar; consiente de la atención que causo en las personas debido a mi inmovilidad.
Creo escuchar el latido de la isla, late calma dentro de mí o eso me imagino, recorriendo cada partícula de mi tieso ser, las isla late.
Late y me llama. Yo aún me tengo una imagen congelada de mí misma, ni siquiera la leve brisa que imagino corre en en la escena, desarma mi cabello.
El río, me imagino, esta igual de apacible que el cuerpo que lo contempla. El río tampoco responde a la leve brisa que corre. Permanece para mí, solo para mí y lo sé, indiferente a los pasantes que caminan por la rambla de la bella Paraná.
Sus aguas comienzan a mesclarze con la brisa, se mueven sus aguas cada vez mas rápido pero el viento es el mismo. Soy testigo entonces de la formación de remolinos, tifones.
Late.
La isla late, mi cuerpo de esfinge lo siente, lo presiente. Y a causa de mi estado, allí me quedo.
Los remolinos trepan por la rambla, la gente huye, desaparece.
Todo se va y yo sigo allí, el río percibe que soy la única y que además, como él, lo observo directo a los ojos.
Él sabe que mi cuerpo-esfinge y yo permanecimos años sentados en el mismo banco estudiandolo, sin emitir ningún sonido o movimiento.
El río me hipnotiza, alejar la vista de sus aguas es imposible mi cuerpo-piedra y yo siempre miramos al mismo lugar.
El río, me imagino, me hace una señal de bienvenida.
La isla late.
Un remolino más.
Una rambla desierta
y ahora un banco vacío.